Hay tres principios que queremos compartir contigo porque tienen potencial para cambiar las mudanzas de estudiantes tal y como las conocemos.
La vida estudiantil está plagada de tópicos: que si noches en blanco en la biblioteca, que si fiestas Erasmus, que si una mudanza al año… Y es que
las mudanzas de estudiantes son una realidad que se repite año tras año.
Lo malo no es mudarse (al contrario, cada nueva experiencia suma), sino toda la que hay que liar para mudarse. Para convertir la mudanza en una experiencia menos traumática hemos seleccionado los
tres principios básicos que te harán el proceso mucho más llevadero.
Las cosas solo son cosas
Tú sabes que son más importantes las experiencias que las posesiones, y que realmente no te hacen falta demasiadas cosas para pasarlo bien. Entonces, ¿a qué viene ese apego a los objetos?
Y es que a veces nos complicamos la vida nosotros solos…
No te decimos que no te guardes un recuerdito, como esa botella de cerveza de importación que te recuerda aquella noche gloriosa… Pero a lo mejor
no hace falta guardar todas las botellas de cerveza que te has bebido, que no te acuerdas dónde ni cuándo ni cómo.
¿Y si, por lo que sea,
ya tenemos un buen montón de trastos inútiles en casa? Hay que actuar rápido y bien:
- Lo primero es saber de qué queremos deshacernos. Pregúntate 1), si lo usas; 2), si lo usarás el curso que viene; 3), si se ha convertido en un objeto “vacío”; 4) si es inservible.
- Lo segundo, manos a la obra: vende por internet (o regala a tus amigos) las categorías 2 y 3, y manda la categoría 4 a la basura.
Bultos a la medida del ser humano
Y esto no quiere decir que tengas que hacer cajas que sean tan grandes como tú. Al revés: el error número uno en las mudanzas de estudiantes son los
bultos absurdamente grandes, auténticos “matarriñones” que se desfondan con frecuencia en pleno traslado.
La fórmula es sencilla:
el tamaño de la caja es inversamente proporcional a la densidad de los objetos que encierra. Los libros son un caso paradigmático: pesan mucho, así que mejor hacer cajas relativamente pequeñas y pensadas para ese uso (las de los folios que tiran en las fotocopiadoras son el tamaño ideal).
Un trastero, la mejor jugada
El tercer principio es de esos que caen por su propio peso. Si vas a seguir en la misma ciudad el año que viene,
¿por qué no alquilar un trastero en verano? Evitas mudanzas largas y absurdas, puedes ir trasladando las cosas poco a poco, y puede servirte como “habitación extra” si encuentras un
trastero barato y céntrico.